El autocuidado no es egoísmo, es responsabilidad

 

En consulta clínica es frecuente escuchar frases como: “Me siento culpable cuando me tomo un tiempo para mí”, “Siento que no hago lo suficiente si no estoy pendiente de los demás” o “Cuidar de mí es un lujo que no me puedo permitir”. Estas expresiones reflejan una creencia muy extendida: que el autocuidado es sinónimo de egoísmo.

Sin embargo, desde mi experiencia como psicólogo clínico, puedo afirmar que ocurre exactamente lo contrario: el autocuidado es un acto de responsabilidad personal y social. Cuando una persona prioriza su descanso, su salud mental y su equilibrio emocional, no solo se beneficia a sí misma, también mejora la calidad de sus relaciones y su capacidad para enfrentar los retos de la vida.


El malentendido del “egoísmo”

Nuestra cultura suele premiar la productividad constante y la entrega hacia los demás. Se nos enseña que poner límites o decir “no” es una falta de consideración. Así, cuidar de uno mismo se percibe como un desvío del camino correcto.

Pero cuando relegamos sistemáticamente nuestras necesidades, terminamos agotados, irritables o incluso enfermos. Y en ese estado, es imposible brindar apoyo genuino a quienes dependen de nosotros.

Por eso, es necesario cambiar la narrativa: el autocuidado no es un lujo ni una debilidad, es una práctica esencial para sostenernos y sostener a los demás.


Autocuidado: más allá de lo superficial

A veces, se asocia el autocuidado únicamente con actividades placenteras como un día de spa, comprar algo nuevo o darse un gusto culinario. Aunque estas acciones pueden formar parte del proceso, el verdadero autocuidado va mucho más allá.

El autocuidado profundo incluye:

  • Cuidar el cuerpo: descanso adecuado, alimentación equilibrada y movimiento físico.

  • Atender las emociones: reconocer lo que sentimos en lugar de reprimirlo.

  • Poner límites: decir “no” cuando una situación nos desborda.

  • Alimentar la mente: dedicar tiempo a la reflexión, la lectura o el aprendizaje.

  • Construir vínculos saludables: rodearnos de personas que sumen y no resten a nuestra paz.

Cada uno de estos aspectos contribuye a un estado de mayor estabilidad y bienestar.


La paradoja del autocuidado

Algo que observo con frecuencia en terapia es que, cuando un paciente comienza a incorporar rutinas de autocuidado, también empieza a relacionarse de manera más sana con su entorno. Una persona que descansa mejor, que reconoce y canaliza sus emociones, que sabe poner límites, no solo se siente más fuerte, sino que también ofrece un mejor acompañamiento a sus seres queridos.

La paradoja es clara: cuidarnos nos hace más disponibles para los demás.


Un gesto diario que marca la diferencia

El autocuidado no se construye en grandes gestos aislados, sino en prácticas constantes y sostenidas. No se trata de transformar la vida de un día para otro, sino de elegir, cada día, un pequeño acto que nos recuerde que nuestro bienestar importa.

Puede ser algo tan sencillo como salir a caminar diez minutos, preparar una comida nutritiva, apagar el celular una hora antes de dormir o hablar de lo que sentimos con alguien de confianza. Lo importante no es la magnitud, sino la constancia.


Reflexión final

En un mundo que nos exige tanto, cuidarnos es un acto valiente. Significa reconocer que no somos máquinas, que también necesitamos pausa, escucha y renovación. Significa entender que el autocuidado no es egoísmo, sino la base de toda vida plena y de toda relación saludable.

Hoy te invito a preguntarte:
👉 ¿Qué gesto concreto de autocuidado puedes incorporar a tu día a día?
Recuerda: no es un lujo, es una necesidad.


✍️ Ricardo Paredes
Psicólogo Clínico

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