🧠 Cuando el cuerpo habla lo que el alma calla: somatización y malestar emocional
Hoy, en medio del aburrimiento y un descanso forzado que no elegí del todo (porque sí, el cuerpo también nos obliga a parar), decidí escribir sobre algo que aparece constantemente en consulta y que, siendo honestos, también me ha tocado vivir: la somatización.
Desde mi experiencia como psicólogo clínico y musicoterapeuta, he aprendido que el cuerpo tiene un lenguaje tan sabio como insistente. A veces no entendemos por qué duele la cabeza, por qué se tensa el cuello, por qué esa presión en el pecho o esa fatiga sin causa aparente. Pero cuando nos detenemos un poco a escuchar, sin racionalizar tanto, muchas veces encontramos detrás de esos síntomas físicos emociones no expresadas, duelos no elaborados, rabias contenidas o tristezas disfrazadas.
El cuerpo es un canal. No solo nos sostiene, también nos traduce cuando no podemos decir lo que sentimos.
En terapia lo veo con frecuencia: personas que vienen buscando alivio a un síntoma físico sin causa médica clara, y terminan encontrando que ese dolor tiene raíces emocionales profundas. A veces es un duelo no resuelto, una carga familiar, una ruptura que dolió más de lo que nos permitimos aceptar. Otras veces, es el estrés crónico de sostenerlo todo sin parar, sin pedir ayuda, sin soltar.
Yo también he somatizado. A pesar de todo lo que sé, a pesar de que enseño esto, también soy humano. Cuando mi cuerpo se colapsa, me recuerda que no puedo seguir funcionando en modo automático, que necesito mirar hacia dentro, que hay algo no dicho que está buscando salir por alguna vía.
La somatización no es un enemigo, aunque duela. Es un grito del cuerpo para que escuchemos lo que la mente y el corazón han estado postergando.
En musicoterapia trabajamos con el sonido como vía de expresión no verbal, y es increíble cómo a través del ritmo, del cuerpo y la voz, emergen emociones que no sabíamos que estaban. El cuerpo siempre sabe, y cuando le damos espacio para expresarse —ya sea a través del movimiento, la música, o incluso el silencio consciente—, algo comienza a cambiar.
Hoy te invito a hacerte una pregunta simple pero poderosa:
¿Qué me está queriendo decir mi cuerpo que aún no me atrevo a sentir?
Tal vez no tengas la respuesta ahora, pero solo con hacer la pregunta ya estás abriendo una puerta hacia tu bienestar emocional y físico. Y si estás sintiendo mucho y no sabes cómo procesarlo, no tienes que hacerlo solo. Buscar ayuda no es debilidad, es honestidad.
Porque a veces no sabemos cómo decirlo, pero el cuerpo ya lo está cantando.
Quizá no te has dado cuenta, pero tu espalda tensa tiene algo que contar. Tu fatiga también está agotada de callar. Y tus suspiros… quizás están afinando una canción que aún no te animas a entonar.
Permítete una pausa. Respira con intención. Pon esa canción que te acompaña desde hace años o descubre una nueva que conecte contigo. A veces, una melodía abre una grieta por donde por fin puede salir el llanto contenido, la rabia silenciada o la ternura que tanto necesita espacio.
Tu cuerpo no está roto, solo está pidiendo escucha.Tu malestar no es debilidad, es una señal. Y tu sensibilidad no es una carga: es la puerta hacia tu verdad más profunda.
Que hoy te tomes el permiso de escucharte, aunque sea con una sola canción de fondo.
Aunque sea en silencio. Aunque aún no entiendas del todo lo que estás sintiendo.
Y si necesitas una melodía para empezar, esta es una que suelo recomendar cuando las palabras no bastan:
Todo estará bien...
Ricardo Paredes
Psicólogo Clínico
Comentarios
Publicar un comentario