El precio oculto del sobrepensamiento: cuando la mente se convierte en prisión

Por: Ricardo Paredes 
Psicoterapeuta y sobreviviente del bucle mental

Hay noches en que el cuerpo se rinde, pero la mente no se calla. Se convierte en un teatro oscuro donde se proyectan los peores escenarios, las peores versiones de uno mismo, las preguntas sin respuesta y los juicios más crueles. Y ahí estoy yo, terapeuta de profesión, atrapado como cualquier otra persona, reviviendo diálogos que nunca ocurrieron, anticipando fracasos que no existen aún, temiendo pérdidas que ni siquiera han sucedido.

El sobrepensamiento —ese constante e inagotable masticar de ideas, preocupaciones y posibilidades— no es una simple tendencia a pensar mucho. Es una forma de tortura interna. Una que desgasta el alma, deteriora la salud mental y puede llevar a crisis emocionales profundas si no se enfrenta con seriedad.

¿Qué es realmente el sobrepensamiento?

Desde lo clínico, podríamos describirlo como una rumiación persistente. Es la repetición constante de pensamientos, muchas veces negativos, que giran en torno a temas de preocupación, culpa o miedo. Pero esa definición técnica no alcanza a captar la crudeza de la experiencia.

Déjame describírtelo desde dentro: estás en la ducha, y de pronto, sin previo aviso, tu mente comienza a repasar en bucle una conversación de hace años. Vuelve el tono de voz, la mirada, lo que dijiste y lo que “hubieras debido decir”. Sales de la ducha y sigues dándole vueltas. Desayunas con ese pensamiento anclado al pecho. Trabajas con ese nudo en la garganta. Duermes —si logras dormir— con la mente aún cuestionando si todo fue culpa tuya.

Y si estás atravesando una temporada emocional difícil, como una ruptura, una pérdida, una traición, una decisión importante... el sobrepensamiento se convierte en una forma de autolesión invisible. Porque te hace vivir el dolor una y otra vez, como si lo estuvieras reviviendo en tiempo real, sin tregua, sin pausa, sin respiro.

Las consecuencias invisibles

Lo más devastador del sobrepensamiento no es solo el agotamiento mental. Es la forma en que roba tu capacidad de vivir el presente. Te desconecta de la realidad inmediata, deteriora tus vínculos, alimenta la ansiedad, e incluso puede derivar en depresión. Es un círculo vicioso donde cada intento de encontrar una respuesta solo alimenta nuevas preguntas.

He acompañado a pacientes que no pueden disfrutar una tarde con sus hijos porque están rumiando si tomaron la decisión correcta en su trabajo. He visto personas paralizadas frente a una oportunidad de vida porque no pueden salir del torbellino de "¿y si me equivoco?". He estado yo mismo en ese lugar. Sé lo que es.

Herramientas de Afrontamiento 

Salir del sobrepensamiento no es fácil, pero es posible. Aquí comparto algunas herramientas que he probado conmigo mismo y con mis pacientes:

1. Nombrar lo que está pasando: Lo primero es reconocerlo. Decir “estoy sobrepensando” ya es un acto de conciencia que puede romper el automatismo.

2. Poner límite a la rumiación: Un truco práctico: agenda 10 minutos al día para “preocuparte intensamente”. Pasado ese tiempo, si vuelves a pensar en lo mismo, recuérdate que ya tuviste tu cuota de pensamiento por hoy.

3. Escribir sin censura: Sacar los pensamientos a papel ayuda a desinflar su poder. A veces, al verlos escritos, pierden su fuerza o sentido.

4. Movimiento físico y respiración: El cuerpo es una vía de escape. Camina, salta, corre, pedalea, respira profundo. A veces, moverse ayuda a callar la mente.

5. Prácticas de atención plena (mindfulness): No se trata de dejar la mente en blanco, sino de observar los pensamientos sin identificarse con ellos. Como si los vieras pasar, pero no te subieras al tren.

6. Terapia: Sí, aunque yo sea terapeuta, también la necesito. Hablar con alguien entrenado para contener y guiar el proceso marca una diferencia enorme.

Cierre necesario

No, el sobrepensamiento no se elimina con una frase positiva o con un consejo rápido. Es un proceso que implica aprender a vivir diferente, con más presencia y menos juicio. Pero te aseguro que se puede transformar. No con magia, sino con conciencia, práctica y acompañamiento.

Si tú también lo padeces, quiero que sepas esto: no estás solo. Lo que vives no es exagerado ni una debilidad. Es humano. Pero no tienes que quedarte atrapado ahí.

Y si en algún momento te has sentido en el infierno mental de pensar hasta desgastarte, te abrazo desde aquí. Lo entiendo. Yo también lo he vivido.

Y sigo caminando...

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